Reportaje interesante de Fernado Ramos de Kubbers os dejo el enlace tambien....
http://www.klubbers.com/especial.php?id=139
Reportaje
Recién clausuradas las "ferias de las vanidades del Siglo 21" –léase circos veraniegos, musicales y patrocinados, “pret a porter”- aún olemos a tremenda resaca; a jodienda por no haber podido disfrutar de todos y cada uno de las bandas y djs que han pisado Iberia durante el mes de julio y a juramento tipo “el año que viene me piro a Glastonbury y que les den a unos y otros con sus guerras sonoras”.
La conclusión que este plumilla saca de lo acontecido durante estos meses previos al festivaleo puro y duro es que todos y sin expcepción -organizadores, público y prensa- nos hemos vuelto tarumbas, majaretas, macandés.Los sucesos sonoro-bélicos desencadenados entre dos de las promotoras más potentes de este país –Maraworld vs. Sinnamon; madrileños vs. catalanes, qué jodida casualidad territorial- y la forma en que el respetable que solemos poblar estos grandes brindis bajo el sol en formato musical lo hemos ido encajando, ha sido, cuando menos, lamentable. Cierto es, como decía un veterano mercader de conciertos en el diario "El País", un día antes del comienzo del Summercase, que “es una locura montar un festival que coincida en fechas con el de Benicássim”. Lo es, pero responder con una andanada de bombas pop de racimo de la talla de Morrisey, My Bloody Valentine o Siouxie cayendo en los madriles el día fuerte del Summer tampoco es jugar muy limpio que digamos. Como diría Chenel entrar al trapo no es síntoma de bravura, es rebajarse a la altura del que tienta su suerte y puede suceder lo inevitable como así fue... en Madrid para la infantería de secano del FIB la batalla se truncó en derrota técnica con apenas 5.000 almas en un recinto preparado para el triple. Lo ví, estuve allí. Gay Mercader -no en vano, y entre otras cosas, ideador de la edición española de ese triste Carrefour de la música de rebajas llamado "Rock in Rio"- apuntaba en esa misma entrevista que el festival itinerante de Sinnamon es “un gigante con pies de barro”. Dicha aseveración -dura y partidista- podríamos corroborarla tras ver como este verano le crecen los enanos del circo indie “pinchando” en lo que respecta a expectativas de público en sus citas más importantes. Lo de los cuatro gatos del Doctor Loft fue de escándalo, apuntarían aquí los más críticos. Además la rumorología señala a que la Seguridad Social es la "arena movediza" que parece llevarse por delante ya mismo a una empresa en principio modélica, que mantuvo una trayectoria emergente, visionaria y celebrable durante sus primeros años y a la que parece que ha cegado el parné de tal forma que ha sido hasta capaz de presentarse directamente ante las fauces del todopoderoso por méritos propios Festival Internacional de Benicássim con resultado de revolcón, tres avisos y cánticos multitudinarios de “El año que viene nos vamos al FIB” al término de su irregular, cortijana y siempre polvorienta edición madrileña. Lo oí, también estuve allí.
Ante esta tesitura me planteo varias cuestiones seguramente tan tontas como vacías de respuesta: ¿Qué necesidad real tenía Sinnamon de programar su festival durante las mismas fechas que el FIB? ¿Por qué ese afán de montar una guerra de cachés que solo beneficia a una caterva de bandas de tercera división que en su jodida vida habían soñado en comprarse una finca de barbecho con solo firmar un sólo bolo en España? ¿Por qué los sabios hermanos Morán entran al trapo contraprogramando en Madrid cuando su hábitat natural y feliz son las madrugadas castellonenses y ni falta que les hace meterse en ese mal jardín que finalmente resultó estar lleno de espinas? ¿Alguien ha pensado que hay miles de jóvenes en nuestro país que aman tanto a Morrisey como a Interpol, o a Hot Chip como a los Sex Pistols y que ustedes con sus batallitas les han dejado con la miel en los labios? Y finalmente, ¿en el fragor de esta guerra de cárteles sónicos han pensado una sola vez en que ustedes viven con marajás gracias a un público al que este año han vapuleado con sus contiendas exclusivistas y absurdas? Sinceramente estos renglones se contestan solos. Aquí solo ha primado el orgullo de dos o tres gerifaltes por encima de la ilusión de miles de "fibers" y "summers" que han visto como su verano musical se veía cercenado por una ambición tan ajena e irrespestuosa, como visible. Entre los casi 100 festivales que he pisado a lo largo de vida como periodista musical me he currado como croniquero y fotógrafo 13 FIBs bajo el soletón y dos Summercase en tierras de Boadilla, creo que sé de lo que hablo. Por ello me alegro, claro, de los 148.000 del FIB y también de los 81.000 del Summercase, son muy buenas cifras a pesar de haber sumando entre los dos más de 40.000 personas menos en este 2008 de mal fario y pelea sin cuartelillo. Esto significa que en este país los mortales -tú y yo- nos seguimos jugando los cuartos –de los carísimos abonos y esas flagrantes estafas en barra disfrazadas de coartada medioambiental- con la música independiente y de vanguardia hasta en tiempos de crisis, recesión, depresión, o como coño quiera llamarle Tamames.
En fin, alguien nos debe una explicación pero sé que nadie será capaz de salir a la palestra, y sin careta, para pedir disculpas a todos y cada uno de los que realmente amamos la música y no la entendemos solamente como una trepidante máquina estival de hacer dinero fácil. Lo dicho, si no hay perdón, el año que viene me voy a Glastonbury. Amén
